“Dos días, una noche” era una de esas películas que tenía
ganas de ver hace varias semanas. Había leído buenas referencias de la
película, de ahí mis ganas de ver el largometraje. Una de las críticas que leí
fue realizada por Ana Josefa Silva, publicada en el diario El Mercurio. Unas
líneas de esta crítica fueron las que mejor representan, en mi opinión, el
mensaje que buscan transmitir los directores. Esas líneas son las siguientes: “En <Dos días, una noche> -que
transcurre en la ciudad industrial de Liége, Bélgica- la crueldad que está a la
base de la historia no tiene que ver ni con un hijo ni con un marido
maltratador, sino que directamente con la vulnerabilidad de esos miles de seres
humanos que son carne de estadística cuando se habla de empleo, producción,
inmigración e ingreso per cápita. Esas personas a las que un error burocratico
los puede dejar con un puntaje ridículamente alto en la Ficha de Protección
Social (por un televisor demás), o un mal manejo de la economía ponerlos en la
calle o de allegados.” La película
me hizo reflexionar y pensar sobre algunos temas como la dignidad humana, la
fragilidad económica de la clase media y la empatía o la falta de esta entre
pares. Es una película muy recomendable.
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