El sábado me sentí como un pez, lo digo en un sentido
literal. Después de un par de acciones poco afortunadas termine con un anzuelo
incrustado en la parte superior de mi oído. No fue un anzuelo pequeño, sino que
uno utilizado en la pesca de mar. El dolor fue inmediato e intenso. Me imagino que
fue un dolor similar al provocado por los piercing. Bueno, no es relevante el
dato. Fui al hospital, donde me extrajeron este elemento. Fueron 10 o 15
minutos que tardaron en sacarme el anzuelo. Me pusieron un par de vacunas y
para la casa. En el camino a mi casa me puse a pensar en todos aquellas
situaciones en las cuales pudieron terminar en accidentes absurdos. Muchos accidentes como este son generados por
descuidos inexplicables. Hay un refrán muy sabio que dice: “ Es mejor prevenir
que curar”
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