Leí
una entrevista a Matías Correa por motivo de la publicación de su libro “Alma”
publicada por “Artes y letras” el día de hoy. Correa ha publicado textos como “Geografía
de lo inútil” y “Autoayuda”, y tiene estudios en Filosofía en Chile y Alemania
donde empezó a interesarse sobre el alzhéimer, la memoria y el deterioro de la
mente. La última pregunta de la entrevista fue la que me hizo reflexionar
algunas cosas.
La pregunta y su respuesta fue la siguiente:
“-En la crítica a su libro
anterior, “Autoayuda”, Camilo Marks dijo que “el clima humano y social asfixiante,
claustrofóbico, ciento por ciento turbio, gris, sombrío” de la novela, podría
ser “reflejo del callejón sin salida espiritual al que están llegando numerosos
sectores de la clasemedia y la alta clase media emergente”. ¿Está de acuerdo?
Sí, pero la palabra “espiritual” habría que
limpiarla de metafísica y de religión. El espíritu no es más que manifestación
de comunidad, según Hegel; un filósofo que, en todo caso, como lector, me
apesta. En el sentido de espíritu de equipo o, si te quieres poner bíblico, “donde
hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.
Necesitas un grupo de personas para que haya espíritu. Durante mucho tiempo
hemos vivido en sociedades liberales donde prima el individuo, y donde la
libertad se convierte en el único valor. Por defecto, el espíritu tiene que convertirse
en una entidad magra, podre pobre y pequeña.
De ahí, reactivamente, pasa lo que está pasando hoy: casi
desesperadamente la gente busca agruparse, pertenecer a cualquier cosa: grupos
de cosplay, stand up comedy, comunidades de emprendedores. El sentido de
pertenencia, la pulsión a pertenecer, fue el arranque de la novela.“
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